En torno al año 960 de nuestra era, en algún lugar de lo que hoy es Dinamarca, un guerrero vikingo llamado Harald Blåtand (Harald Diente Azul) recibió en su corte al monje Poppo, enviado por el pueblo germánico quien viajaba por aquellas tierras para anunciar la palabra de Cristo. En el banquete celebrado con tal motivo, el rey y el monje discutieron sobre quién tenía más poder, si el dios de los cristianos o los dioses de los vikingos. Al escéptico caudillo no le bastaba el mensaje de la Biblia y le exigió una prueba. El monje asió entonces un hierro al rojo vivo, un sistema muy extendido en la Edad Media para determinar la verdad ante un tribunal de justicia, y según cuentan las crónicas, cuando Poppo retiró la mano del metal candente, no había sufrido daño alguno. ¡Una señal de Dios! No hizo falta nada más para convertir a Harald.
Su bautizo, celebrado el año 965, inauguró una nueva era para Harald Diente Azul y para los vikingos, e inició su integración definitiva en la Europa medieval. Cristianizó a los vikingos en la segunda mitad del siglo X, consolidando su poder como gobernante y el reconocimiento de las casas reales europeas de la época. «Harald Diente Azul era un visionario –dice Jörn Staecker, arqueólogo de la Universidad de Tubinga y experto en cultura vikinga–. Sus políticas transformaron Escandinavia para siempre y sentaron las bases de las monarquías nórdicas tal y como hoy las conocemos.»
En 1994, Jim Kardach, uno de los responsables del desarrollo de la tecnología Bluetooth de comunicación inalámbrica diseñado especialmente para dispositivos de bajo consumo, propuso el nombre de este vikingo (cuya traducción al inglés es Harald Bluetooth) por el paralelismo entre la unificación de la comunicación de los sistemas digitales y la unificación de las tribus noruegas que el rey Harald consiguió. Como este rey vikingo también era un apasionado de los arándanos, el logotipo de la tecnología Bluetooth acabaría teniendo un color azulado y las iniciales del nombre y el apellido del rey vikingo unidas.
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